Looser
Hola. Soy Charna, y soy una mujer hecha y derecha. Estoy sentada en La Biela, en una de las mesas de la vereda, en compañía de un buen libro. Es un domingo hermoso.
Pero… ¿qué ven mis ojos? Me muero. Es él! ¿Con quién está? ¿Quién es esa mina? ¿Su mujer? Se pidió una cerveza.
Ay, cómo me gusta, cómo me derrite. Dios mío. Yo lo miro, total está lo bastante lejos como para saber si lo estoy mirando a él, detrás de mis Pedro Navaja. Voy del libro a él y de él al libro. Qué lindo es!
Pero… ¿es idea mía o me está mirando? Él también tiene sus Pedro Navaja; no puedo estar segura. Mejor vuelvo al libro. Pero sigue mirando para acá! Todo el tiempo!
Yo siempre creí que si el destino me pusiera enfrente de alguien como él, que tuviera la oportunidad de conocerme, se enamoraría de mí inevitablemente. Pero ni loca me acerco. Está con esa mina.
Se levantó de la mesa. ¿Ya se va? No; la mina se quedó sentada. Seguro que va al baño. No; el baño no queda para este lado. ¿Qué está haciendo? Me mira!!! Y camina!!! Camina directo para acá!!! Me está bajando la presión. Tengo taquicardia. Ay, dónde está mi libro. Dios mío. Cuál se supone que es mi parte en esta historia, para que me conozca y se enamore. Nunca lo planifiqué. Tengo la mente en blanco. Me tiemblan las manos. Me sigue mirando.
A unos pocos metros de mí Andrés Ca!amaro se detuvo en seco, giró 180 grados y volvió a su mesa.
No siento alivio. Otro día especularé acerca de su comportamiento extraño; ahora tengo ganas de llorar.
|
Pero… ¿qué ven mis ojos? Me muero. Es él! ¿Con quién está? ¿Quién es esa mina? ¿Su mujer? Se pidió una cerveza.
Ay, cómo me gusta, cómo me derrite. Dios mío. Yo lo miro, total está lo bastante lejos como para saber si lo estoy mirando a él, detrás de mis Pedro Navaja. Voy del libro a él y de él al libro. Qué lindo es!
Pero… ¿es idea mía o me está mirando? Él también tiene sus Pedro Navaja; no puedo estar segura. Mejor vuelvo al libro. Pero sigue mirando para acá! Todo el tiempo!
Yo siempre creí que si el destino me pusiera enfrente de alguien como él, que tuviera la oportunidad de conocerme, se enamoraría de mí inevitablemente. Pero ni loca me acerco. Está con esa mina.
Se levantó de la mesa. ¿Ya se va? No; la mina se quedó sentada. Seguro que va al baño. No; el baño no queda para este lado. ¿Qué está haciendo? Me mira!!! Y camina!!! Camina directo para acá!!! Me está bajando la presión. Tengo taquicardia. Ay, dónde está mi libro. Dios mío. Cuál se supone que es mi parte en esta historia, para que me conozca y se enamore. Nunca lo planifiqué. Tengo la mente en blanco. Me tiemblan las manos. Me sigue mirando.
A unos pocos metros de mí Andrés Ca!amaro se detuvo en seco, giró 180 grados y volvió a su mesa.
No siento alivio. Otro día especularé acerca de su comportamiento extraño; ahora tengo ganas de llorar.