Los guantes de Dios
El viernes pasado en un evento estuve con Sergio Goycochea.
O sea... no es que "lo vi pasar", sino que estuve con él: charlando, tomando una cerveza y fumando un pucho...
Ojo, soy la persona menos cholula que puede existir sobre la tierra. Me gusta más decir "estuve con Fulano" para ver la cara de emoción que ponen mis interlocutores, que porque me genere alguna emoción a mí.
Pero bueno, la cuestión es que ahí estaba yo, con el Goyco, y pensaba en la historia de este pibe de pueblo (si no me equivoco, es de Lima, ahí cerquita de Zárate) y de cómo a raíz de una desgracia ajena (el corte del dedito de Pumpido) el chabón tuvo su oportunidad, cuando casi nadie lo junaba y ni dábamos dos mangos por él... y resulta ser que se atajó todo y gracias a él se podría decir que llegamos a la final del Mundial de Italia 90 (lo que pasó después, mejor ni acordarse...).
Y ese chabón carga con ese estigma de por vida. Con eso de haber sido el atajapenales... y vive de eso.
Y sigue siendo lo más y tiene sus programas de tele y sus eventos y su viaje asegurado al Mundial del año que viene...
En fin, a lo que iba es que es re loco cómo una circunstancia puede cambiarte la vida en un segundo. Y de estos ejemplos hay miles, ya sé. Pero convengamos que habría que hacer justicia y pensar que "la mano de Dios" no fue solamente la del gol del Diego a los ingleses en México 86.
Goyco en Italia 90 también se calzó los guantes del Señor, en esas mismas gloriosas manos que me estrechó a mí el viernes pasado por la noche.