Me estoy reblandeciendo.
Resulta que ayer escuché por radio un reportaje al nuevo jefe de la bonaerense. Consultado acerca del nuevo fenómeno de asaltos y asesinatos de ancianos, este hombre se refirió a ellos como “los abuelitos”, “nuestros abuelitos”. Y a mí, que ya me creía a salvo de ciertos sentimentalismos inconducentes, se me llenó el corazón de ternura.
Hoy busqué en el diario una foto de ese señor, y tiene cara de tío bueno.
Resulta también que hoy, creyéndome ya totalmente recuperada de mi flojera de ayer, escucho por radio la jura de los nuevos ministros, algunas acotaciones del periodista, que mencionó el pulgar levantado de Lavagna dirigido a Felisa, el abrazo del presi con los ministros salientes, la presencia del suspendido Ibarra; pienso en la integridad de los que llegan y los que se van, escucho los estruendosos aplausos después de cada “sí, juro”, y me pongo a llorar.
Voy a tener que ir al médico y pedirle que me cambie la dosis.
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Hoy busqué en el diario una foto de ese señor, y tiene cara de tío bueno.
Resulta también que hoy, creyéndome ya totalmente recuperada de mi flojera de ayer, escucho por radio la jura de los nuevos ministros, algunas acotaciones del periodista, que mencionó el pulgar levantado de Lavagna dirigido a Felisa, el abrazo del presi con los ministros salientes, la presencia del suspendido Ibarra; pienso en la integridad de los que llegan y los que se van, escucho los estruendosos aplausos después de cada “sí, juro”, y me pongo a llorar.
Voy a tener que ir al médico y pedirle que me cambie la dosis.