<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d14948182\x26blogName\x3dZAPADA\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLUE\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://zapada.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_AR\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://zapada.blogspot.com/\x26vt\x3d-9095108103859376345', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe", messageHandlersFilter: gapi.iframes.CROSS_ORIGIN_IFRAMES_FILTER, messageHandlers: { 'blogger-ping': function() {} } }); } }); </script>

... HOY SE PUEDE LEVANTAR LA SEXTA COPA ... !



diciembre 12, 2005

Paris, Texas

Si alguien vio esa película. Eso es lo que me va a pasar como opción B. No que termine con una mina, sino que vague.
La música es infernal.

Si alguien Houston in two seconds, la escucha una y otra vez y lee esto que escribí, me va a entender. Al menos, porque me siento así con ESA dama en cuestion (a la cual nunca le digo estas cosas)

Los quiero bastante, asi que... Hagan Click y bajenla para leer el texto que sigue

(Es muy largo, lo sé. No puedo asegurar que valga la pena)

Algo parecido al amor (Parte I)

Hoy no tengo ganas de muchas cosas, hoy estoy cansado de todo. De absolutamente todo… Cuando descubrí que me empezaba a gustar una niña, bah, cuando me di cuenta de que estaba enamorándome de ella…cuando todo eso pasó, no tuve en cuenta todo lo que iba a pasar de ahí en adelante. No sé porqué. Quizás por mi escasa edad, quizás porque no entendía bien lo que era ese sentimiento dentro mío cuando a punto de empezar esas vacaciones de invierno ella me dijo: “Me voy a México” y yo dentro de mí sentía como me iba deglutiendo a mí mismo, pensando en muchísimas cosas al mismo tiempo, como una baraja de ideas que se había volado con el viento y me aparecían azarosamente una tras otra…y finalmente diciendo: “Te voy a extrañar”. Pero esas palabras se quedaron cortas. Demasiado. Esas palabras no explicaban todo lo que pasaba dentro de mí durante el lapso de tiempo entre cada una de esos sonidos. No había manera de explicarlo. Nunca.

Me encantaba cuando me retaba, quizás porque me hacía sentir que ella de algún modo se preocupaba por mí. Cuando regresando a casa destrozado por un día molesto de colegio, cuando regresaba en ese tren de desilusiones que es la línea “A” y decía cabizbajo que no había estudiado nada para la prueba del día siguiente… y ella ahí. Ella me miraba con ojos de recriminación diciéndome: “Tenés que estudiar Edwin, sino te va a ir mal”. Y yo era feliz. Era feliz porque ella se preocupaba por mí. “Tenés que estudiar”. Y yo me iba drogando con cada una de sus palabras, con cada recomendación “madrística” que me hacía cada vez que comentaba resignado cada uno de mis defectos de vagancia. Amaba la manera en que me retaba. Me retaba y era feliz. Sumamente feliz. Creo que nunca fui tan feliz como cuando ella me miraba y me retaba, como casi resignada a lo que yo era, a mi modo de comportarme. Como queriendo cambiarme también. Esos viajes interminables en subte de regreso a una casa que había dejado de ser hogar hace mucho tiempo, esos viajes llenos de tiempo que perdía escuchándola en su silencio, apoyando mi cansada cabeza en el vidrio, mirándola todo el trayecto hasta Alberti. Mirándola. Tanto tiempo. Y ella no hablaba… yo le hablaba, la veneraba. Y a veces me retaba. Qué feliz era! Eran tantas las oportunidades, eran tantas las posibilidades, era tanto el futuro. Y estaba ahí, a la vuelta de la esquina. No había dudas, no había preguntas, ni conspiraciones, ni tramas secretas, ni búsquedas, ni conquistas, ni decepciones. No había nada, porque no tenía que existir nada. Éramos tan poco. Tan nada. Y yo era feliz así. Era feliz pensando que quizás ella se preocupara por mí, que quizás yo signifique algo para ella. “Tenés que estudiar, te va a ir mal sino”. A veces medio en broma, medio en serio, le decía que no se preocupara por mí. Casi esperando algún tipo de respuesta que nunca llegaba. A veces, jugando ella me retaba con un movimiento de dedo índice, casi casi como jugando a ser mi mamá…o mi novia. Alguien que se preocupara por mí. No sé porque era tan ingenuo. Pero Dios que era feliz. Era una felicidad tan hermosa, tan prístina. Había algo de desahogo en ello. A veces, hasta jugaba con esa posibilidad, la posibilidad de que ella me retara, y no estudiaba para pruebas que debería estudiar. Y ella me retaba igual. Y así era feliz. Qué estúpido. O que inteligente. Me conformaba con saber que a pesar de que me haya sacado un dos, ella iba a estar en ese viaje de vuelta diciéndome: “Te dije que estudiaras”. Y me sentía casi completo. Y quería llorar. Y quería explotar. Qué feliz que era.

Después sigue...


|


Weblog Commenting and Trackback by HaloScan.com