El que nace para pito nunca, nunca, llega a corneta.
11.30 – Sala de espera en clínica dental. Entra quía, 50 y pico, canosito, y camina de aquí para allá hablando por celular. Los jeans le quedan como le tienen que quedar. Ah… además linda sonrisa… Epa! Qué manos increíbles! Por fin. Hace tres años y medio que no encuentro a ningún ejemplar que valga la pena. Miro. Me mira. Me olvida.
12.00 – Salgo y tomo el ascensor que me lleva al patio de comidas (porque la clínica está en un choping). Burger King, Whooper Junior con salsa chili. Espero. Giro cabeza. Eh? Nene, qué bien que estás… Treinta y pico, alto y apolíneo, y un rostro esculpido por los dioses. No me registra.
12.15 – Sentada comiendo. Mirada sube por unos pantalones parados al lado de la mesa. Era el nene. Buscaba algo, mirada perdida en lontananza. No me registra. Encuentra lo que busca: la salida. Por el lapso de 3 segundos consideré la posibilidad de apurar un último bocado y seguirlo al estacionamiento. Nah… el whooper está bueno y además ni me miró. Si el destino quiere que me lo vuelva a cruzar, así será. Qué boludez. No creo en el destino.
12.25 – Llego al lobby de los ascensores. Flaco esperando que me mira. Eeeeeh? Qué lindo que sos! Pero… qué cara familiar! Pero… vos sos Daniel Kuzniecka! Naaahhhh, qué vas a estar haciendo ACA? Subimos al ascensor. Miro de vuelta, mira de vuelta. Loco, es él, o debe ser su hermano gemelo! Pero sos lindo, eh! Casi que te pregunto “Eh… hablás castellano?” No, me da vergüenza. Sale con su auto detrás de mí. A las dos cuadras lo pierdo.
12.45 – Camino a casa. Carril izquierdo, 80 km/h. Un auto se me empareja en el carril derecho. Vamos exactamente a la misma velocidad. Cabeza a cabeza. Eh, a ver quién es. Cóoomo? Es EL NENE!!!!! Y me lo cruzo otra vez! No me registra, OTRA VEZ. Si el destino existe para deparar estos sinsentidos, merecería no existir, sin duda.
12.55 – Llego a casa. Estaciono mientras pienso en el trío que en un breve lapso logró movilizarme un par de hormonas; una rareza. Ahí justo empezó a sonar Beck en la radio. Paré el motor, pero no me bajé del auto hasta que no llegó la parte esa que dice “soy un perdedor, I’m a loser baby, so why don’t you kill me…”
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12.00 – Salgo y tomo el ascensor que me lleva al patio de comidas (porque la clínica está en un choping). Burger King, Whooper Junior con salsa chili. Espero. Giro cabeza. Eh? Nene, qué bien que estás… Treinta y pico, alto y apolíneo, y un rostro esculpido por los dioses. No me registra.
12.15 – Sentada comiendo. Mirada sube por unos pantalones parados al lado de la mesa. Era el nene. Buscaba algo, mirada perdida en lontananza. No me registra. Encuentra lo que busca: la salida. Por el lapso de 3 segundos consideré la posibilidad de apurar un último bocado y seguirlo al estacionamiento. Nah… el whooper está bueno y además ni me miró. Si el destino quiere que me lo vuelva a cruzar, así será. Qué boludez. No creo en el destino.
12.25 – Llego al lobby de los ascensores. Flaco esperando que me mira. Eeeeeh? Qué lindo que sos! Pero… qué cara familiar! Pero… vos sos Daniel Kuzniecka! Naaahhhh, qué vas a estar haciendo ACA? Subimos al ascensor. Miro de vuelta, mira de vuelta. Loco, es él, o debe ser su hermano gemelo! Pero sos lindo, eh! Casi que te pregunto “Eh… hablás castellano?” No, me da vergüenza. Sale con su auto detrás de mí. A las dos cuadras lo pierdo.
12.45 – Camino a casa. Carril izquierdo, 80 km/h. Un auto se me empareja en el carril derecho. Vamos exactamente a la misma velocidad. Cabeza a cabeza. Eh, a ver quién es. Cóoomo? Es EL NENE!!!!! Y me lo cruzo otra vez! No me registra, OTRA VEZ. Si el destino existe para deparar estos sinsentidos, merecería no existir, sin duda.
12.55 – Llego a casa. Estaciono mientras pienso en el trío que en un breve lapso logró movilizarme un par de hormonas; una rareza. Ahí justo empezó a sonar Beck en la radio. Paré el motor, pero no me bajé del auto hasta que no llegó la parte esa que dice “soy un perdedor, I’m a loser baby, so why don’t you kill me…”