¿Qué hago? ¿Voy a votar o no?
¿Me importa? Bastante poco. ¿Me siento culpable por eso? Bastante.
¿El lugar de votación me queda lejos? A dos cuadras.
¿Me siento capacitada e informada para emitir un voto responsable? No.
Pero hagamos un esfuerzo. ¿Qué tenemos?
Netanyahu y el Likud. Hay que decir que el tipo es consecuente. Fue un excelente ministro de economía. Pero su visión del conflicto israelí-palestino es miope; tan miope que no puede formular una propuesta de solución.
Peretz y el Laborismo. Es como si el radicalismo, volviendo a su esencia yrigoyenista lo pusiese de candidato a Hugo Moyano. No creo que tenga la menor idea de cómo se gobierna, ni de qué hablamos cuando hablamos de Educación, o Política Exterior. Va a ser un chirolita. Say no more.
Olmert y Kadima. Salvo por lo del retiro unilateral de los territorios, nadie sabe lo que piensa acerca de ninguna otra cosa (esto me recuerda a Carlos Saúl I en 1989). Es más: dudo que piense. También dudo que los integrantes de la bolsa de gatos Kadima tengan el mismo proyecto de país.
Mejor no voto. Aunque ayer escuché a un analista político decir que cualquier partido que gane con menos de 35 mandatos para la Knesset no va a poder gobernar y que todo va a ser un quilombo. Según las encuestas, Olmert tiene 36, y bajando… pero igual va a ganar. Entonces, si va a ganar, mejor que lo haga con más mandatos, así hay gobernabilidad. De lo contrario, en 3 meses volvemos a tener quilombo, y hay cosas que no pueden esperar.
Malditas encuestas. Mejor voto.
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Ya voté. ¿Me siento mejor? Sí. Se me fue la culpa.